lunes, 20 de febrero de 2012

El Abandono

Nací  hace algunos años, el mismo día que mis otros tres hermanos. No hubo hospital ni sala de primeros auxilios. A los pocos días me separaron de mi madre y de ellos tres, y nunca los volví a ver. Estuve un tiempo en un cubo de cristal, la gente me miraba, algunos me sonreían, otros me ignoraban y algunos me acariciaban. Por las noches estaba completamente solo y sentía mucho frío. Todo era tristeza y desolación. ¿Por qué nos separaron a todos contra nuestra propia voluntad? ¿Qué seres tan abominables serían capaces de hacer una cosa tan atroz?
Pasaron unos meses y me sacaron del cubo. Me adoptó una familia. Me llamaron Luis. Vivíamos todos en una casita de Villa Crespo, justo en la manzana de enfrente de la cancha de Atlanta. Era difícil ser feliz estando lejos de los míos, pero el cariño que recibía, por momentos me hacía olvidarlos. Estaba bien alimentado, era periódicamente acicalado, y los cuidados sanitarios me pusieron fuerte como un roble viejo. Todos los días me sacaban a dar alguna vuelta. Disfrutaba sentir el viento fresco sobre mis mofletes. Había días, esos en los que el frío abrumaba, que me abrigaban más de la cuenta. ¡Nunca pude hacerles entender que no necesitaba esas escafandras ridículas alrededor de mi lomo!
Empecé a quererlos. Sí, a mi familia adoptiva. Los recuerdos de mis hermanos y mi madre eran cada vez más difusos. Me empecé a desprender, y a medida que lo hacía me sentía más libre para poder ser feliz. !Luis vení para acá! ¡Luis vamos para allá! ¡Luis sentate! ¡Luis está la comida! Por momentos me sentía el centro de todo y eso me alegraba. Todos me adoraban y estaban pendientes de mí.
Lo que siempre me llamó la atención es el idioma que utilizaban para comunicarse entre ellos. ¡Inentendible! Tenían millones de palabras que armaban frases inconexas y que me eran imposibles de descifrar. Sólo podía interpretar palabras aisladas, y con ellas tejía el resto de lo que suponía que querían decir. De lo que sí me daba cuenta con mayor facilidad era de los estados de ánimo. Cuando estaban contentos sonreían, hablaban de forma calma y las expresiones faciales eran suaves. Cuando alguno estaba triste lo veía cabizbajo, poco locuaz, desganado y quizá con alguna lágrima cayendo por sus mejillas, y cuando estaban enojados gritaban desaforados y los músculos de todo el cuerpo se les tensaban. ¡En eso era infalible!
Pero de un día para el otro empecé a notar que el estado de ánimo era uno solo. El clima del lugar se tornó tan hostil que no se sostenía. Gritos, broncas, recriminaciones, llantos, agarrones, empujones, y todas cosas por el estilo. Yo estaba en el medio de todo y, si bien no lograba comprender qué sucedía, me daba cuenta que algo andaba mal. En los meses venideros hubieron muchos cambios. Desde que uno de los muchachos dejó el hogar, hasta que mis comidas empezaron a ser cada vez más espaciadas. Algo no estaba bien y yo no era ajeno. También me empezó a afectar.
Llegó entonces una noche de otoño, un tanto lluviosa, en que me subieron al auto y fuimos a dar una vuelta. Me gustaba sacar la cabeza por la ventanilla y sentir el aire, pero ese día no tuve ganas de hacerlo. Me quedé taciturno y expectante sobre el asiento del acompañante. Andamos bastante. No soy bueno con los cálculos, pero creo que nunca estuve tanto tiempo arriba de un vehículo. De repente nos detuvimos. Las gotas golpeaban tenues sobre el parabrisas y me quedé un rato contemplando eso. No nos hablábamos, solo mirábamos. Finalmente me acarició, luego me abrazó y balbuceó algo que no puede comprender. Abrió mi puerta, sentí la bruma exterior sobre mi piel, y me empujó afuera. Cerró y se marchó.
De buenas a primeras estaba otra vez solo en un lugar que nunca había visto. Llovía y hacía frío. No sabía para donde caminar. No conocía el camino de regreso y, aunque lo conociera, ¿para qué volver a un lugar donde no me quieren? Me habían abandonado. Había quedado huérfano por segunda vez en mi vida. ¿Quién puede ser capaz de tolerar dos veces la orfandad? Yo soy fuerte, pero no sé si tanto como para lograrlo esta vez. “Los recuerdo aquí abrazándome, acariciándome, olvidándome, abandonándome.”
Letra de El Abandono
El implora con su mirada
¿por donde queda el camino de vuelta a casa?
¿por donde se habrá marchado?
olvidando el cariño que les he dado
estabas equivocado
triste y solo todos te han dejado
un pasatiempo acabado
ese que tu adorabas te ha abandonado
mi familia ya no esta y eso no tiene vuelta atrás
solo en la carretera
los recuerdo aquí abrazándome
no puedo vivir si no están junto a mi
abrazándomeeeee, acariciándomeeeee
olvidándomeeeee, abandonándomeeeee
No fue posible evitarlo,
quiso cruzar en el momento equivocado
¿qué estará asiendo mi amo?
le di todo mi amor y mordió mi manoooooo
mi familia ya no esta eso no tiene vuelta atrás
todos pasan de largooooo
los recuerdo aquí abrazándome
no puedo vivir si no están junto a mí
abrazándomeeeee, acariciándomeeeee,
olvidándomeeeee, abandonándomeeeee
los recuerdo aquí abrazándome
¿quien puede dormir? sabiendo que es así









los recuerdo aquí abrazándomeee
responsableeees, responsableeees,
son culpableeees, soy culpableeeeee
letra de abandono :no relax

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