Hoy he sido famoso, se ha hablado de mi en la radio, en la televisión incluso mostrando una foto mía, la misma que ha aparecido en toda la prensa con grandes titulares, la que a modo de estandarte ha encabezado una manifestación. Y es ahora cuando lo entiendo todo, ahora comprendo lo que ha pasado, la única posibilidad en la que no había pensado ha resultado ser la acertada, muy a mi pesar, pues dado mi corto entender ni siquiera la había sopesado ni imaginaba que fuera posible.
Todo empezó un domingo por la tarde, después de haber estado todo el día fuera, al volver a casa nos paramos en una estación de servicio, cosa extraña por que habitualmente no lo hacemos pero que no me pareció tan raro dado que me serviría para despejarme de la media siesta que me había echado. Me alegre doblemente cuando ví que además tenían las mismas ganas que yo de jugar y por eso sacaron del baúl una pelota. Nos pusimos a jugar con ella hasta que una de las veces la lanzaron muy lejos y tras irla a buscar, al regresar no encontré a nadie, pensé que habíamos cambiado el juego y ahora lo hacíamos al escondite.
Alegremente me preste al juego y no fue hasta pasado un buen rato que empecé a preocuparme. No conseguía encontrarlos por ningún sitio, ni siquiera el coche. Estuve esperando durante horas, hasta que no quedo nadie y cerraron la estación. Empecé a caminar sin un rumbo demasiado claro mientras que miles de dudas se acumulaban en mi cerebro. Un sentimiento de culpa se iba apoderando de mí, el sentimiento de saber que has hecho algo, que has perdido a tus seres queridos y la impotencia de no saber que hacer, ahogan cualquier planteamiento lógico. El frío de la noche iba haciendo mella en mi ánimo, aparte de que no había cenado, pero mi propósito era claro, así que sin dejarme llevar por el desaliento seguí caminando hasta que por fin un primer rayo de sol apareció por el horizonte.
Aun así seguí desconcertado y desorientado, no sabia muy bien hacia donde me dirigía, pero una imperiosa necesidad de seguir intentándolo, de intentar llegar a algún sitio, de encontrar a mis seres queridos me empujaba a continuar.
Poco a poco mis esperanzas se fueron mermando, mis fuerzas fallando y mis prioridades cambiando. Tenía hambre, tenía sed, y por las noches tenia frío. Hasta ahora había disfrutado de comida abundante y a unas horas fijas, nunca me faltaba agua para beber, por las noches dormía a cubierto y tenia cariño a mi alrededor, quizás no tanto como el que yo prodigaba pero había un calor humano.
Ahora todo eso se había esfumado, juntamente con una buena parte de mis esperanzas de retornar a esa vida, no todas porque en el fondo de mi corazón seguía quedando un poco de fe, de esperanza, de anhelo de que ese sueño que tenía por la noches cuando conseguía encontrar algún sitio resguardado y podía dormir un poco, de que de pronto despertaba de una pesadilla, o de que simplemente al girar una esquina, ellos estaban allí y me llamaban y con saltos de alegría y lágrimas en los ojos todos volvíamos juntos a casa.
Ahora mis prioridades eran encontrar ese sitio donde pasar la noche, encontrar algo que beber, algo que comer, sortear los peligros que me acechaban y sobre todo seguir caminando, seguir dejándome llevar por esa necesidad imperiosa de avanzar sin perder la esperanza y soñando en que el día siguiente será diferente y algo me pasara, llegaré a un lugar conocido, o bien los encontraré o me encontrarán porque seguro que ellos están tan preocupados como yo, o sino alguien me ayudará en esta búsqueda.
Y sí, una mañana alguien me lleva con él, alguien que me recoge y me traslada a otro sitio. Quizás sea el principio de esta pesadilla, ya me veo de nuevo en casa, arropado por toda la familia e intentando olvidar las penurias y los peligros de estos días.
Ese alguien me da un techo, una comida, agua para saciar mi sed. Pero no me da esperanzas, no me da cariño, su trato es frío y distante. Aún así estoy contento de lo conseguido, ahora sólo espero no estar muchos días aquí y poder volver lo antes posible a casa. Que lejos y que mágica suena esa palabra, “casa”, hogar, un hogar donde cobijarse, donde compartir el cariño, donde no te falta de nada, donde estar con los tuyos, que mágica y al mismo tiempo que lejana y distante.
Ese alguien por fin repara en mi, y me vuelve a llevar consigo, quizás me lleva a casa, quizás mis problemas se hayan acabado, mis deseos cumplidos, mis esperanzas oídas.
Pero no, me lleva a una habitación, y tras encerrarme, algo empieza a ocurrir. Me falta el aliento, no puedo respirar. Tras unos minutos de lucha intentando llevar algo de aire puro, algo de oxigeno a mis pulmones, las fuerzas me fallan y me siento desfallecer. Solo han sido unos minutos, pero ha sido una muerte lenta y dolorosa, angustiante y agobiante. He sentido que me faltaba el aire, cuanto más respiraba mas necesitaba respirar. Parecía que mis pulmones estuvieran ardiendo y al mismo tiempo fueran comprimidos por una fuerza inmensa y extraña. Mi cerebro a punto de estallar y mis ojos deseando salir de sus órbitas, hasta que por fin perdí el sentido y después simplemente fallecí.
Ahora enarbolan mi foto en busca de justicia, consideran injusta mi muerte, o más bien mi modo de morir, y yo se los agradezco, pero me planteo que es una extraña justicia la que pedís.
Es triste que alguien juegue con la forma de la muerte, apropiándose de los beneficios que la sociedad da para esa muerte digna, supuestamente en beneficio propio, y si, debe ser juzgado y debe responder ante la ley. Una ley que no entenderá de sentimientos, sino de engaños, de fraude, de esa, en teoría apropiación indebida de esos pocos pesos destinados a que mi muerte hubiera sido algo menos cruel.
Porque la ley no entiende de sentimiento, porque si lo hiciera tendría que juzgar a más gente.
Gritan exhibiendo mi foto, pedís renuncias, exigís cabezas, piden que mi tipo de muerte no se vuelva a repetir por cruel y falta de dignidad.
Pero, es que hay alguna dignidad o falta de crueldad en ser atropellado por un coche y estar durante horas agonizando en una cuneta mientras sientes que irremediablemente la vida se te escapa ?
Hay alguna dignidad en morir peleando con una jauría de perros salvajes que ven en ti su alimento, y que una vez tras otra van desgarrándote la piel hasta que no puedes más y te sientes desfallecer, al tiempo que con un mínimo de conciencia sientes en todo tu cuerpo las dentelladas, los desgarros de tu carne y sabes que la cena esta puesta?
O simplemente, hay alguna dignidad en morir de hambre?
Gritan pidiendo justicia, pidiendo que se pague mi daño y mi dolor. Pero es que lo que me duele no es mi cuerpo, es mi alma, es el entender que fui abandonado, que fui despreciado, que fui excluido de lo que era mi hogar. Que todo mi amor fue traicionado en aras de algún extraño motivo. Toda mi fidelidad no fue correspondida. Eso es lo que me duele, el abandono, las horas de in certeza, las dudas, mis sentimientos de culpabilidad, el desamparo al que fui expuesto, el tenerlo todo y que de golpe me fuera arrebatado sin un motivo justo. A ellos deberías pedir responsabilidades, por que no lo olvides nunca “Yo no lo haría”, “Nunca les abandonaría”, y eso que no soy más que un perro y se supone que no pienso, pero ya se sabe, los sentimientos no tienen nada que ver con el raciocinio.
En memoria de tantos ángeles abandonados cruelmente y luego asesinados por el estado en los centros de Zoonosis.
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